Sin altares...

de Eugenia Bareiro.

... Y en éstos días, donde vivo y muero,
una y otra vez...
Dónde el viento trae a mí, el sabor inacabado
de la primavera... Dónde puedo ser de todos los colores...

 y así confluir en los deseos, los aromas y la piel.

Ser parte de cada partícula y cada átomo,

que genere en mí atmósfera la fascinante ilusión de admirarte.

Establecer esa comunión sin altar más supremo que el ser.

Afluente

de Eugenia Bareiro.


Cada centímetro de este espacio,
 sus aromas, sus colores y todo en él,
te forman, te encuentran,
te buscan, te acarician, te besan...
Estás aferrada a mi alma, sacándome los miedos,
 dejándome ser quien soy.
El amor toma diversas formas,
distintos estados, y en cada metamorfosis, ahí estás...
 Llenas cada espacio, haciendo que mi piel al nombrarte mute,
que mis ojos al verte se conviertan en cristal,
que la sangre se aligere, y fluya.
Una gota de lluvia, miles... Agua.
  Esa que da pureza, que desborda la calma y clama al grito de su afluente.
Sos, el aire  que atraviesa mis sentidos,
 cada lágrima que rueda cuesta abajo para liberarme del dolor,
 la sonrisa cuando amanece que se plasma en mi boca solo al nombrarte...
El sabor fresco de la menta en flor,
 el aguerrido y ferviente aroma del café.
La brisa , la pasión, el deseo, la carne, el verbo, la fantasía, el hecho,
la euforia, el sueño, el instante sumado que se transforma en vida.

Preposición

de Eugenia Bareiro.

Del cansancio, del sonido,
del silencio y el ruido,
los abismos, los espejos,
el murmullo, el equilibrio.
Del espacio, el despojo,
de consuelo, de antojos,
de sombras ajenas,
de fantasmas, de penas.
Del ritmo estrepitoso del fluir,
de la no métrica, de la arritmia,
del dolor que brega llanto,
de confusión, de ceguera.
Del despertar errado,
de aires prestados,
de vuelo, de caída, de bajada,
de subida, de vaivén, de surtida.

Humanamente cierto

de Eugenia Bareiro.

Es real, tangible e inaudito. 
El sentir auténtico, el calor palpable. 
Así se estable el vínculo, entre el ser y la razón. 
Cuando no se puede más que pensar en sentir.
Sentir de tal forma, que hasta la razón se pierda.
Que esas verdades dejen de tener complejos, 
que el fluir de la sangre invada la lógica y se haga carne el deseo... 
Real el aire liviano, la piel que cuenta vida, 
los besos guardados en miradas, 
las caricias envueltas en palabras...
Tan tangible, tan palpable, tan humanamente cierto, 
que ni la ciencia ni los astros, entienden éste desvelo...

Amorfo...

de Eugenia Bareiro.

Esa es la mejor parte de todo ésto.
Que no tiene medidas, ni formas concretas.
 Sólo aire, latidos, sonrisas, momentos, canciones, aromas, llantos...
Abrazos viajeros, a inexistente, corta, media y larga distancia.
Colores, sonidos, paisajes dentro y fuera del globo.
Fuerza, empuje, mimos y escucha.
Camaradería, complicidad, instantes de felicidad
 como inyecciones de endorfinas al alma.
Suma de moléculas, átomos, piel y besos.
Trasciende lo racional, porque no tiene forma real.
Supera lo onírico, para establecer pasos forjados.
Es quimicamente sublime, es sentir que los pulsos
en la sangre tienen encause... Es armonía, es bálsamo,
amorfo, para que entre en cada rincón...
Una fiesta, siempre la celebración de respirar al compás de lo inexplicable del amor...